viernes, 24 de octubre de 2008

No todo va a ser Bolsa

Lo que a continuación contaré es algo que me pasó ayer por la mañana. Ah!, no tiene nada que ver con la Bolsa.

Serían las 10 de la mañana, la luz del depósito de gasoil del coche estaba encendido hacía unos 40 ó 50km y urgentemente tenía que ir a repostar. Como siempre he oido que es un serio inconveniente quedarte sin gasoil, tienes más problemas que con un gasolina, tenía cierta preocupación ante la posibilidad de quedarme sin combustible. Por suerte la carretara era un tramo de bajada. Sin problemas llegué a la gasolinera.

La verdadera historia surge una vez que llego. La gasolinera está vacia, bajo del coche, me comienzan a llenar el depósito y de pronto llega un todoterreno Mercedes negro. Aparca a unos metros, junto a un restaurante y de él bajan unos zapatos de tacón acompañados de un pantalón ajustado y de un cuerpo estilizado fantástico. Gafas de sol grandes, pelo claro, liso y largo y paso decido hacia la tienda de la gasolinera. Edad, unos treinta y tantos.

Veo el surtidor y le queda poco, ya lleva 50 litros. La dependienta está conmigo así que la misteriosa de las gafas de Sol le toca esperar.

Como voy a pagar con tarjeta, cuando termina el surtidor, la dependienta y yo vamos hacia la tienda.

La misteriosa allí está, tengo la suerte de que no se ha ido. La dependienta va a atenderme a mí y yo hago un gesto diciendo que la atienda a ella. Iba a decir algo como "atiendele a ella" pero solo me salió un gesto que lo indicaba. La misteriosa, se giro levemente como signo de agradecimiento y paga unos caramelos que había cogido.

Sus zapatos eran con más tacón de lo que me imaginaba, de color llamativo y previsiblemente, muy previsiblemente caros. Sus dedos, fantásticos!. Los vaqueros azules bien ajustados, de cintura para arriba no recuerdo que llevaba, iba abrigada para el Sol que hacia, pero, ¿y qué más da?. Su pelo largo, liso y huele a limpio.

Abre su bolso, busca su monedero rojo, lo abre y, vaya! la foto de un niño o niña de unos 4 años. ¡Quién sabe, quizás sea su sobrino/a!. Paga y me lanza una suave sonrisa de agradecimiento. Yo, no recuerdo que gesto pude mostrar. Ni idea. Reconozco que tengo que pulirme en algunos aspectos.

Yo pago con rapidez y me voy como si se estuviera incendiando la gasolinera. Para cuando voy a salir con el coche, la veo que va ligeramente por detrás así es que reduzco un pelín la velocidad, se me pone a mi altura y le cedo el paso para que se incorpore a la carretera. Vuelve a sonreirme por el gesto de mi cortesía.

Durante unos segundo pienso. ¿Y ahora qué? Yo solo me contesto, SÍGUELA. Además, ella llevaba la misma dirección que yo. Los dos por el carril izquierdo y ligeramente sobrepasando la velocidad permitida. En algún tramo se me va, en otro y con ayuda de la rotondas, la vuelvo a tener cerca.

De repente gira. Mi objetivo inicial hubiera sido continuar mi camino hacia el centro de la ciudad pero pense ¿y por qué no?. Así es que yo también giro. 100 metros más adelante pone las luces de emergencia y parece que va a aparcar. La adelanto y veo que está al teléfono.

Vuelvo a preguntarme, ¿qué hago? Pues... sigo unos metros más y doy la vuelta a la rotonda con la intención de ir hacia ella. Cuando vuelvo a ponerme a su altura, esta vez en dirección contraria, me vuelve a sonreir. Bien, ¿no?. Así es que acelero y vuelvo a tomar otra retonda que me llevará hacia donde ella está.

Para cuando llego, ella tiene el coche aparcado así es que yo aparco unos metros antes. Bajo del coche algo nervioso, esto no es algo que haga habitualmente, y me dirijo hacia el coche por la acera.

Veo que está, y continua hablando por teléfono mientras toma notas. En ese momento se me presentan dos opciones, irme o esperar y hablar con ella. Llegado hasta ese punto, lo más razonable es lo segundo.

Espero un poco, un par de minutos. Cuelga, se gira y me ve. Sonrie, es la cuarta vez!!!. Da a los pestillos y... los abre. Bien!

Baja del coche, da la vuelta y se pone frente a mi, es la quinta vez que me sonrie. Bien, Bien!!!

No recuerdo exactamente las palabras que le dije pero fueron algo así como, te he visto y no es algo que haga de forma habitual pero, ¿cómo te llamas?. Sonrie una vez más, y me dice "me has seguido". Yo digo que no, que solamente el último tramo. Le pregunto su nombre y me lo dice.

Su castellano es con un tono frances o belga o de algún otro país europeo. Es un acento peculiar y cálido. Lo siguiente que le digo, con algo de titubeo para que realmente vea que no es algo habitual en mí es "te apetece tomar un día un café".

Vuelve a sonreir, la séptima, una vez más y me dice: "soy una mujer casada". Vaya!!!

Se vuelve a generar una sonrisa mutua y entonces recuerdo la foto del monedero. Podría haber insistido, ¿qué más me da que sea una mujer casada?, ¿y si a ella en el fondo también le da igual?. La verdad es que esto último lo pienso ahora. En el momento tan solo puse cara de: Vaya!. Hago síntoma de despedirme y me dice en su acento cálido "¿cuál es tu nombre?. Le contesto. Por un momento me quedo ante la incertidumbre de insitir un poco más, solo un poco. Termina diciéndome, "quizás volvamos a encontrarnos de nuevo y podamos tomarnos ese café". Le sonrio le digo que "si" y vuelve a sonreirme de nuevo.

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